Empezar con esta afirmación quizás sonará osado o pretencioso, pero, después de cercar durante toda una mañana por la en torno al Santuario de Queralt, se puede afirmar que todos los caminos traen a Queralt, pues, se mire hacia donde se mire, se ve alguien recorriendo estos parajes.
Los caminos más usuales para llegar desde Berga son por el atajo de Queralt o bien por el obaga. Supuestamente, los ancestros berguedanos escogían un camino u otro dependiente de la época del año, puesto que el atajo de Queralt o "por el derecho", en argot berguedano, es un camino a la solana con un desnivel considerado y, por el contrario, el camino por el obaga es un recorrido más planer y un pelo más largo, que transcurre por un bosque frondoso y fresco, plagado de unos árboles altísimos que nos guardan del Solo.
Camí del obaga de Queralt. FOTO: Anna E. Puig
A Queralt también se puede llegar por otros corriols y senders que rodean la sierra y, está claro, también se llega por carretera. Una carretera que ensarta bosque arriba y alterna largas rectas con curvas muy prominentes que hará las delicias a todos los amantes del ciclismo, porque Queralt es también un auténtico puerto de montaña. Un ascenso corto pero exigente, con numerosas pendientes, algunas con uno % de desnivel explosivo, a prueba de piernas de hierro. Eso sí, al coronar el puerto es obligatorio acercarse hasta el mirador, desclavar los zapatos de los pedales y disfrutar de unas espectaculares vistas para recuperar el aliento.
Un golpe llegamos arriba, las imponentes vistas nos reconforten del esfuerzo y a la hora, si hemos subido a pie o en coche, nos invitan a seguir subiendo escaleras arriba hasta llegar al Santuario. Frente al edificio del hostatgeria encontramos una placa con la inscripción 'Pau, Pau y siempre Pau', la misma paz que respiran Albert, guardián del Santuario, y su simpática perrita que reponen a tocar de la tienda de recuerdos que hay.
Una nueva parada ante un inmenso panel de cerámica que nos pone nombre y nos sitúa todas las montañas que se divisan al horizonte y llegamos a la plaza grande, donde encontramos la iglesia. Un edificio construido en el siglo XVIII, de estilo renacentista, que a lo largo del s. XX se ha ido reparando y remodelando. Una construcción modesta pero a la hora potente, compuesta de una nave central con dos alas laterales. Al fondo, sobre la sacristía, encontramos el cambril de la Virgen María de Queralt, otra parada obligatoria.
Y es que subir esta montaña y no acercarse a ver la Virgen de Queralt es, casi, un pecado. Se trata de una pequeña talla de madera de unos cincuenta centímetros de altura que representa la Virgen María sentada, con la mano derecha sostiene una golondrina, actualmente símbolo de Queralt, y con la mano izquierda coge el Niño Jesús, sentado encima de la rodilla. Otro disparo característico es que con el pie izquierdo, la Virgen María, aplasta un pequeño animaló. Su mirada cautiva y su sonrisa, enamora.
Uno de los otros atractivos de los caminos que abocan a Queralt es que se pueden encontrar diferentes capillas, tanto alrededor del Santuario como por el camino del derecho y por el camino del obaga. Estas, iniciativa de la Iglesia, pero también de berguedanos particulares, sirven de cobijo y de reposo para recuperar el aliento y también de espacio para pararse un momento a contemplar la belleza del paisaje.
Por el derecho podemos encontrar las capillas de Santo Marc, de Santo Jacinto, de Santo Jaume y de Dolors, por el obaga la capilla de la Sagrada Familia y la de Sant Antoni y alrededor del santuario la capilla de San Juan, de Santo Ignasi o la de Santa Elena donde, actualmente, hay la Cueva del Hallazgo. Y es precisamente en esta cueva donde descubrimos una de las otras maravillas de Queralt, una construcción adosada a la roca que homenajea y evoca la leyenda del hallazgo de la Virgen María de Queralt y que nos sitúa en un balcó todavía más elevado que nos regala una vista panorámica espectacular.
Por último, hay que destacar los miradores. El en torno a Queralt tiene varios espacios destinados a mirador y es que no es va que sea considerado el balcó de Cataluña. Desde este balcó podemos espiar las montañas impensables y a la vez comprobar que, se mire donde se mire, encontraremos pequeñas formiguetes coloreadas que respiran la paz y la natura de esta montaña. Gente que pasea tranquilamente, familias con niños y abuelos, apasionados del trailrunning, los senderistas de toda la vida, aquellos que van como primera cita, parapentistes y, está claro, también quienes acuden a un bautizo, una primera comunión, un casamiento o el desempeño de una prometença. Gente de todas partes y gente de raíz, Queralt es cobijo.
Concluyo y me reafirmo: todos los caminos traen a Queralt, sí, y Queralt es visita obligada por todos los devotos del culto marià, pero también es parada obligatoria por todos los devotos de la natura, de la fauna y la flora, de los deportes de montaña y de los horizontes hipnóticos.