El anfiteatro romano de Tarragona es, sin lugar a dudas, una de las señales de identidad de la capital del Tarragonès. Una edificación romana de la antigua Tàrraco que actualmente se conserva relativamente restaurada. Es parte del conjunto arqueológico de Tàrraco, declarado el 2000 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y tiene la consideración de Bien Cultural de Interés Nacional. Su gestión, actualmente, depende del Museo de Historia de Tarragona.
Su existencia pone de manifiesta la importancia lograda por Tàrraco dentro del conjunto de colonias del Imperio. De hecho, Tàrraco fue una de las pocas ciudades de Hispania donde se construyó un anfiteatro cuando ya se disponía de un circo y de un teatro, privilegio que sólo tenían las principales ciudades del Imperio.
Edificado en la época de la dinastía Flàvia (segunda mitad del siglo Y dC), se reformó en 221, durante el gobierno del emperador Heliogàbal, y el 21 de enero de 259 fue el escenario de la ejecución del obispo cristiano Fructuoso con sus diaques Augurio y Eulogi, hecho que motivó, al siglo VI, la construcción de una basílica visigòtica de culto dedicada a estos mártires, a la cual se superpuso, en el siglo XII, la iglesia románica de Santa Maria de Miracle.
De planta elíptica; las dimensiones máximas del mismo son 130 x 102 m. Presenta dos elementos funcionales fundamentales: la arena, en el centro, y donde se desarrollaba el espectáculo (donde todavía se aprecia una fosa y dependencias subterráneas, que seguramente debían de servir para cerrar las fieras destinadas a los juegos), y la cavea , o grada, donde se ubicaba el público.