Una de las leyendas más conocidas de Cataluña es la que protagoniza un terrible monstruo que vivía a las profundidades del estanque de Banyoles al siglo VIII.
Lo describen como una bestia feroz, escalofriante e indestructible. Tenía todo el cuerpo cubierto de afiladas púas de hueso y, a pesar de que tenía alas, no podía volar debido a sus proporciones descomunales. También se afirma que de los ojos le salían chispas y que tenía un aliento tan pestilent que secaba las plantas y hacía enfermar las personas y animales.
Cada día los banyolins tenían que sacrificar una criatura para tener el monstruo satisfecho. La desesperación de los habitantes era tal que pidieron ayuda a Mero (o Emeri), un monje hijo de Narbona (Francia), que llegó a Cataluña con las tropas de Carlemany para combatir el ejército árabe. Dice la leyenda que Mero se fue al escondrijo del dragón, y después de rezar, el animal no lo atacó y se quedó quieto.
Mero apareció por el pueblo paseando el monstruo como si fuera un perrito. El animal parecía entonces totalmente inofensivo. Atemorizados, los habitantes del pueblo preguntaron qué había hecho y él respondió que lo había convertido en vegetariano. Desde aquel momento, el monstruo sólo se alimentó de las verduras que los banyolins le daban.