La capital de la comarca de la Urgell, Tàrrega, es un municipio situado a la llanura de Lleida, a unos 100 km de Barcelona. Con más de 17.000 habitantes censados y un término municipal de 82 km², es un centro comercial y de servicios destacado del área oriental de las Tierras de Ponente. La villa hace de lazo de unión entre las mesetas de la Segarra y la Urgell y comprende a la vegada los pueblos de Altet, Claravalls, la Figuerosa, el Talladell, Riudovelles y Santa Maria de Montmagastrell.
Tàrrega dispone de una equilibrada estructura productiva con una sólida base industrial y de servicios donde predomina la pequeña y mediana empresa de iniciativa local. En el sector industrial destacan las industrias metalúrgicas y agroalimentarias. El sector de servicios es la principal actividad económica de la ciudad, donde sobresale el comercio, especialmente el mayorista y el de la distribución.
La ciudad también cuenta con una amplia oferta educativa, deportiva y cultural. En este último sector destaca sobre todo la Feria de Teatro a la Calle - FiraTàrrega, certamen de artes escénicas que acontece cada mes de septiembre el máximo altavoz de proyección de la localidad en el ámbito nacional e internacional.
Plaza Mayor de Tàrrega.
La historia del municipio
Los orígenes de la Tàrrega actual se remontan a mediados del siglo XI cuando el Conde de Barcelona Ramon Berenguer Y conquistó el castillo targarí. A partir de aquel momento el crecimiento de la antigua villa será progresivo. Situada en un cruce de caminos estratégica, la Tàrrega medieval desarrolló un papel económico y territorial muy notable.
Pero la crisis del siglo XIV acabó con esta etapa de prosperidad. Las pestes la despoblarán, y la construcción de las murallas supusieron gastadas importantes. Tàrrega fue una villa cada vez más ruralitzada, encarcarada, controlada por las grandes familias y llena de miedos. Con el tiempo, pero, llegó el siglo XVIII, que fue un siglo de expansión y de grandes proyectos, orientados a través de la Sociedad Económica de Amigos del país.
Pero las permanentes dificultades estructurales y el empeoramiento de la coyuntura a partir de 1780 impidieron esta renovación. Durante el siglo XVIII, pero, se emprendió una larga etapa de obras públicas: construcción duna nueva iglesia y un nuevo campanario, arreglo de la casa de la casa de la villa, construcción de unas cuartas de caballería y de unos pabellones para oficiales, pavimentación de calles...
Pero, durante buena parte del XIX, Tàrrega siguió siendo una villa pobre y arcaica, ligada a las fluctuaciones de la agricultura. Será a partir de muy entrada la segunda mitad de siglo que una serie de acontecimientos y realizaciones irán cambiando lentamente y progresiva la fisionomía y el ritmo de la capital urgellenca. La inauguración de la línea del ferrocarril Manresa-Tàrrega-Lleida (1860), el acabamiento del Canal de Urgell (1862), las obras de la muralla después de la rubinada de Santa Tecla (1874), la concesión del título de ciudad por Alfons XII (1884), los inicios de construcción de una serie de obras de infraestructura básica (agua, luz, teléfono, telégrafo...) y el desarrollo de las carreteras comarcales en las últimas décadas del XIX y primeras del XX son unos claros exponentes de las preocupaciones para fomentar la expansión de la novel ciudad.
El siglo XX será una continuación de la política a golpes más acelerada, a golpes más retardada, para convertir Tàrrega en una población digna del nombre de ciudad. El estallido de la guerra lo paró todo, y el atraso económico y social provocado por el conflicto y los años más negros de la dictadura franquista no se empezarán a superar hasta la década de los sesenta con el estallido económico e industrial de esta década.
La Tàrrega que comienza el siglo XXI es una ciudad con una clara vocación para desarrollar cada día más el sector de servicios y que ve con esperanza la construcción del proyecto del Canal Segarra-Garrigues, que lucha por la mejora de las comunicaciones viarias y trabaja en el diseño de su futuro como colectividad integrada en un mundo solidariamente desarrollado, a pesar de las dificultades que día a día se tienen que ir venciendo.