El gorg Negro esconde diferentes leyendas

MONTSENY

La mujer de agua, una misteriosa leyenda del Montseny

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Las mujeres de agua (también conocidas como mujeres de humo y de agua, encantadas, aloges, goges o paitides) son seres de la mitología catalana. Figuras femeninas que habitan en lugares como estanques, torrentes, saltos de agua o gorgs, donde hay a salto de mata de aguas y lagos de cristal subterráneos.

 

Uno de los lugares donde encontramos numerosas leyendas alrededor de esta figura es el Montseny, como Viladrau, donde se encuentra la Fuente de las Paitides en el vecindario de Las Paitides, o la de la mujer de agua del Gorg Negro de Gualba.

 

De este segundo caso, cuenta la leyenda que un anochecer de luna llena, hace mucho tiempo, el amo de can Prat de Gualba fue paseando hasta llegar al gorg Negro cuando era ya media noche. Mientras descansaba cerca del agua, vio como emergía de dentro del gorg una mujer desnuda de gran belleza.

El amo de can Prat le pidió matrimonio y le ofreció compartir la casa, las tierras y la riqueza que él tenía por toda la comarca, como prenda de su voluntad. Ella sólo le hizo jurar que nunca, en ninguna circunstancia, él no le recordaría su origen fluvial. Y se casaron. Ella se convirtió en una buena consejera para su marido, a quién ayudó a hacer prosperar, todavía más, el poder de can Prat. El matrimonio tuvo un hijo y una hija, que iban creciendo felices en medio de todo aquel bienestar.

 

Pero, un mal día, cuando el amo de can Prat y su mujer medían una buena tierra que había que preparar, empezaron a discutir sobre el cultivo más adecuado. La discusión fue subiendo de tono hasta que el marido, enfadado, recriminó la mujer diciéndole que, al fin y al cabo, poco podía ella entender de cultivos, porque no era sino una pobre mujer nacida y sacada del agua del río.

 

El mal ya era hecho, la mujer de agua huyó rápidamente hacia los fondals del gorg Negro y el amo de can Prat nunca la volvió a ver. Aún así ella, cuando el amo no se podía dar cuenta, entraba con cautela a la masía, mimaba y besaba dulcemente sus hijos y dejaba caer unas lágrimas sobre la mesa del comedor que, el día siguiente, se convertían en perlas de gran valor. Así, a pesar de la tragedia, la pujanza de la casa se fortaleció más durante mucho tiempo.

 

FONT: Diputación de Barcelona