La Flama del Canigó es transporta arreu dels Països Catalans

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El origen del viaje del fuego que enciende la hogueras de San Juan

La Flama del Canigó es símbolo de unidad de los Països Catalans

Cuando llega el solsticio de verano, i cómo cada año, la madrugada del 22 al 23 de junio, la Flama del Canigó, símbolo de unidad dels Països Catalans, se renueva a la cumbre de esta montaña del Pirineu catalán y centenares de voluntarios y equipos de fuego la distribuyen en todo los Países Catalanes siguiendo varias rutas para encender las hogueras de Sant Juan.

Así empieza, año tras año, la celebración de una fiesta ancestral vinculada al solsticio de verano que es también un símbolo de hermandad entre los territorios de habla catalana.

Una tradición que está emparentada con otras fiestas del fuego del solsticio de verano a los Pirineos, cómo las fallas de Isil, Alins, Durro, Vilaller, Barruera, Pont de Suert y Andorra o la crema de eth Haro del Valle de Arán, donde el fuego que baja de la montaña también es el protagonista de la noche.

La Llama del Canigó se transporta en todo los Països Catalanes

El origen de la tradición

El año 1955, Francesc Pujada, llevado por su entusiasmo por el macizo del Canigó e inspirado por el poema épico "Canigó", de Jacint Verdaguer, tuvo la iniciativa, junto con Esteve Albert y Josep Deloncle, de encender los fuegos de la Noche de San Juan a la cumbre de esta montaña.

Unos años más tarde, el 1963, Francesc Pujada y Joan Iglesias, impulsor de las hogueras de San Juan a la Catalunya norteña, inician la costumbre de bajar el fuego de la cumbre y encender las hogueras de la Catalunya Nord. Con el tiempo, la llama fue repartiéndose por todas las comarcas de los Países Catalanes. Se ponía en marcha así la tradición de la Flama del Canigó, que entroncaba con la celebración milenaria del solsticio de verano vinculada al fuego y a su significado colectivo.

El año 1966 el fuego cruzó por primera vez la frontera entre los estados francés y español y llegó a Vic. A pesar de la dictadura franquista, la tradición se esparció por el Principado de Catalunya, a menudo en la clandestinidad, como símbolo de la pervivencia de la cultura catalana. Despacio la red se fue extendiendo, y el fuego que baja del Canigó también llegó al País Valencià.

Actualmente, hay decenas de entidades que celebran la fiesta repartiendo por todas partes la llama que se enciende en la bella cumbre del Canigó y que se conserva en el Castellet de Perpiñán.

Con el fuego del Canigó se encienden las hogueras de San Juan en todo los Països Catalanes, cómo en la imagen, a Sant Cugat del Vallès

Cómo empieza el viaje de la Flama del Canigó?

Cada 22 de junio, un grupo de excursionistas coge el fuego que desde 1965 resto encendido a la cocina del Museo de la Casa Pairal, al Castellet de Perpiñán, y suben a la cumbre del Canigó, de 2.784 metros, donde, después de la lectura de un manifiesto, encienden una nueva hoguera.

A primera luz del 23 de junio, inician el descenso con la Flama renovada, junto con personas venidas de todas partes que se reúnen a la cumbre para coger la llama y empezar así el recorrido hacia diferentes puntos de los Países Catalanes haciendo relevos a pie, en bicicleta, o en coche para hacer posible que la Llama se esparza por pueblos y ciudades y llegue a tiempo de encender las hogueras de la noche de San Juan. Una tarea de la cual, desde hace una pila de años, se encarga Òmnium Cultural.

Cada año, la Flama del Canigó es recibimiento por el Parlamento de en Catalunya un acto institucional, así como por ayuntamientos, consejos comarcales y entidades culturales, sociales y deportivas de más de 350 municipios de los Países Catalanes. De este modo, y gracias a centenares de voluntarios, el fuego que viene de la montaña ilumina las verbenas populares que se hacen alrededor del fuego.

Se calcula que aquella noche se encienden unas 3.000 hogueras con el fuego que proviene de la cumbre del Canigó.